domingo, 12 de enero de 2014

Princesas de guante blanco

Jacuzzi de la Bobadilla
En los años 80, mujeres granadinas que trabajaban duro durante toda la semana en el negocio familiar, pagaban un dineral por la habitación del hotel La Bobadilla de Loja en la que habían dormido los Reyes una noche. Pasaban en ella con sus maridos un fin de semana y luego, en su carnicería, mientras que le cortaban a una clienta un solomillo de cerdo con precisión milimétrica en filetes parejos,  le contaban los pormenores lujosos del cuarto de baño de la suite real. La crisis y las imputaciones habrán hecho caer las reservas de ese hotel y de cualquier otro de lujo donde se haya alojado algún miembro de la familia real. Nadie querrá ocupar ni esas habitaciones ni las celdas de la prisión que en su día se les asignen a los personajes de sangre azul que hayan sido hallados culpables de de defraudar a Hacienda y de blanquear dinero negro. Ser princesa, o infanta, era más descansado cuando eran las hadas las encargadas de llevarte la intendencia. Desde que desaparecieron las magas, las historias de las princesitas las escriben los secretarios de los juzgados en sus ordenadores y las dan a conocer los jueces en sus autos. Ya casi nadie quiere ser princesa.  
El título se lo debo a mi ex alumna del Instituto de Montilla Dulce Lucena

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