miércoles, 12 de marzo de 2014

Pipas literarias

Pipas de porcelana en la Tate Gallery de Londres
Un buen columnista literario de provincias que se precie, si va a Madrid, no puede dejar de asistir a alguna función de teatro. Si le sobra tiempo, se acercará a El Reina Sofía a leer los carteles informativos sobre las exposiciones que el museo cuelga en su fachada para luego quedar en la tertulia como si hubiera visitado el Centro. Las tres Gracias del Prado no tiene por qué verlas: se las sabe de memoria desde que se las explicó su dulcero. El hombre tiene una tienda híbrida, en la Carrera de la Virgen, donde vende helado en verano y turrón de Jijona en Navidad. Un buen día asombró al columnista literario diciéndole que le gustaba Rubens. El escritor pensó alborozado que lo habíamos ganado para el arte. Pero de Rubens sólo le gustaban Las tres Gracias porque las señoras estaban gruesas. “No”, le dijo, “como esas niñacas anoréxicas que acompañan a sus madres en verano a tomar un helado y terminan pidiendo sólo un vaso de agua para no engordar”. El columnista, que en su juventud fue compañero de viaje del PCE, recordó una frase de Marx que había leído en El diccionario Soviético de Filosofía en la que hablaba de que si eres dulcero, al final piensas como dulcero y terminas por analizar toda la historia del arte desde el punto de vista nutricional. En el autobús, de regreso, saca su iPad y comienza a leer una novela que ha pirateado en la nube. De pronto, el tío del asiento de al lado, se pone a comer pipas a un ritmo sostenido de 13 pipas por minuto, Pero no unas pipas cualquiera: unas pipas coruscantes que explotan entre sus dientes con sonido de trueno gordo. Le resultó imposible concentrarse en la novela. Le preguntó al dinamitero, si no vendían pipas con silenciador. Y el chico, con muy malas formas, le dijo que los ancianos no comían pipas para no estropearse las dentaduras postizas. El columnista, enfadado, escribió en su tablet: “Las pipas, como los melones y las sandías, como el huevo de la gallina, son objetos de estructura perfecta y, además, como ciertas habitaciones de los cuentos infantiles, detrás de cuyas puertas se esconden los secretos medulares de la vida, herméticas e irresistibles. Las pipas y el huevo duro permiten a cualquiera rozar lo arcano. Por eso los viejos comprometemos los implantes con tal de penetrar en los misterios de la existencia”. Pero, cuando intentó pasarle el texto al comepipas, el chico dormía plácidamente tras haber liquidado todo el paquete.

2 comentarios:

  1. Veo a alguien tan poco sospechoso de comunismo como Josep Pla sobrevolando la columna del columnista literario y eso me llena de gozo (también literario). Buscaré pipas con silenciador para que palíen mi alergia a las mismas.
    Gracias y saludos.

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    1. Trasindependiente, es que tiene muy mala pata que alguien como pipas a tu lado, que te llegue el olor, que te agreda el tumulto y que no recibas, al menos, la satisfacción de comerlas. Y sólo de las pipas te quede el estruendo. Un saludo afectuoso y agradecido.

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