miércoles, 24 de febrero de 2016

Realidad virtual


Paraíso
Nunca ha sido fácil la comunicación entre las generaciones de los mayores y las de los jóvenes.  Pero según me informa mi carnicera, abuela de una patulea de nietos, y mi hija, profesora de un numeroso grupo de adolescentes, los teléfonos móviles la están haciendo imposible. La zanja que separa a los jóvenes de los mayores es cada vez es más profunda y más ancha. En clase, los adolescentes se parapetan detrás del estuche de los lápices  para wasapear compulsivamente. Las impresionantes prestaciones de los móviles de última generación  que se exhiben en el Mobile World Congress 2016 de Barcelona permitirán a los chicos mantenerse todo el día instalados en una realidad virtual confortable, sin necesidad de acercarse ‘analógicamente’ a los otros jóvenes. También se ha instalado en esas franjas de edad la costumbre de resolver la ebullición de las hormonas en fiestas y botellones en los que el alcohol hace de celestina y  los selfies, de notarios para la nube. Los jóvenes, no sólo se alejan de los mayores, sino que también se distancian físicamente entre ellos, al tiempo que están encima unos de otros virtualmente. Mi carnicera impone en las fiestas familiares el fielato de la canasta. Guisa para todos, hijos y nietos, les prepara la mesa, pero exige que al entrar en el comedor, todo el mundo suelte los móviles en una canasta de mimbre. Ayer no la noté contenta, mientras que me dictaba la receta tradicional, sin bechamel, de las croquetas de pollo, me dio a entender que va perdiendo la batalla y que cada vez se le cuelan más móviles en las comidas. A mi hija, cada vez se le cuelan más móviles en clase. Y cada vez le cuesta más erradicarlos. Me cuenta que,  si se tuviera que dedicar a cursar partes de cada niño que enciende el móvil en clase, no le quedaría tiempo para explicar a Rosalía de Castro.  En los colegios de los 50 –en los que había hambre y poca higiene- también practicábamos estrategias de distracción y alejamiento de los textos escolares. Debajo del grueso manual de lengua latina de los presbíteros Goñi y Echevarría, escondíamos novelas y cuentos para leerlos en las horas de estudio. No me lamento de la novedad de la situación. Simplemente la constato. No tiene por qué sobrevenir una catástrofe. A partir de ahora las relaciones sociales van a cambiar, es más, ya han cambiado. La educación, la familia, el ocio, el amor, las relaciones sexuales, la política, están sufriendo el tsunami  del móvil. El papel de cohesión e integración social que hasta hace poco cumplían las religiones, la escuela, los mitos, las leyendas y las ensoñaciones patrióticas lo irán asumiendo progresivamente las redes. Las calles van a estar más vacías. Sólo el fútbol, las procesiones, los días de las diversas patrias y las ferias las llenarán de gente. Luego, todos correremos a amarrarnos a los teclados, para estar con todos y con nadie.

5 comentarios:

  1. Mark, me alegro mucho de que te haya gustado mi post. Un saludo cordial y gracias.

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  2. Con todos y con nadie quizá sea el cielo en la tierra, pero a mí no me interesa. Quizá soy un antiguo.

    Gracias y saludos.

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  3. Lo de los moviles es una epidemia!
    Estos dias ha venido un amigo, profesor de matematicas, el, en un instituto asturiano...Los alumnos se pasan los problemas ante las narices de los profes, con uno o con dos telefonos: con lo que sea!
    Aqui, en la India, es lo mismo: conduciendo con el telefono en el hombro, comiendo en el resto "con"amigos/familia cada uno absorto en su telefono, en la clase posteando y sacando fotos...Es que ya ni siquiera entran en Internet, solo leen/miran los mensajes de su tropa.
    Veremos!
    Gracias y saludos

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  4. Me ha gustado mucho tu post, pues lo que escribes en muy cierto.
    Ya no recordamos cómo nos comunicábamos hace décadas: desde una cabina pública con un teléfono que se activaba con monedas. Los más pudientes tenían en casa teléfono privado. Hoy nos invaden las tecnologías, que están muy bien siempre y cuando las usemos con cabeza.
    Hoy en día cada miembro de la familia tiene su móvil y los más jóvenes se pasan el día “wasapeando”. Ya no se respeta la hora de la comida donde antes siempre se hablaba, ahora ya no hay casi comunicación.
    Creo que es hasta adictivo y se pierde mucha privacidad. Los más jóvenes pierden déficit de atención. ¿Usamos los cinco sentidos cuando usamos el WhatsApp? Un beso

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