sábado, 3 de marzo de 2018

¿Diosas, mujeres, esclavas?

La fertilidad de la diosa de Willendorf
¿Por qué las religiones en lugar de centrarse en la teología, hablan constantemente de sexo, de vaginas y de penes, ellas, tan «espirituales»? Aquí lo que se discute es una cuestión de derechos de autor. ¿Quién o quiénes son los autores de la vida? En  la Biblia se cuenta cómo Moisés en el Sinaí, cuando se inventa la franquicia del sacerdocio (o sea,  la mediación venal entre los hombres y un dios oculto que sólo habla con él), aleja a las mujeres de sus tejemanejes. Y no porque las considere más listas  o porque tema que se den cuenta antes que los hombres de la engañifa, sino para negarles su condición de auténticas diosas, verdaderas creadoras y mantenedoras de la vida. Mientras que los sacerdotes invocan al creador, que nunca se presenta y al que siempre sustituyen a la hora de cobrar, cientos de miles de mujeres dan a luz en el mundo todos los días. Crean auténticos seres humanos con sangre y riesgos. Las religiones no controlan a las mujeres sólo por temor a su divino  e ineluctable poder de atracción sobre los hombres (que también), sino porque saben que ellas son lo más parecido sobre la tierra a los dioses que inventan. Los penes, por ahora, también suelen estar presentes en el acto de elaboración de un nuevo ser humano y tampoco hay que perderlos de vista. Por mucho que lo pienso,  no encuentro otra explicación  a este fenómeno.

3 comentarios:

  1. “Todas las religiones, con sus dioses, semidioses, profetas, mesías y santos son el producto del capricho y la credulidad del hombre quien no ha alcanzado todavía el desarrollo total y la personalidad completa de sus poderes intelectuales.”
    (Mijaíl Bakunin)

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  2. Y del miedo, el asombro y de la necesidad de sentirse parte de una comunidad, cuanto mas grande mejor, de creyentes. Gracias, Mark de Zabaleta. Un saludo cordial.

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  3. El tema es que la mujer es apartada de todo derecho a ejercer responsablemente en lo divino y humano,afortunadamente de una forma lenta e impenitente la actitud va cambiando, aunque el camino es sinuoso y polvoriento.

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