Asamblea de las mujeres
Teatro romano de Málaga
En España hemos sido descarados machistas, por defecto,
hasta hace pocos años. En los 80, en una reunión del Secretariado de CCOO, según me contaron, se concedió la palabra a
la compañera del Área de la Mujer, cuando faltaban cinco minutos para terminar.
Era lo habitual. La sindicalista planteó que los hombres ganaban un 30 % más
que las mujeres. El secretario provincial del Sindicato, un hombre mayor,
purificado y santificado por las aguas de la represión franquista,
paternalmente, con afecto, le dijo que lo que tenían que hacer las mujeres era
luchar para que “sus hombres” no perdieran el trabajo. Las profesoras
universitarias que comenzaron por aquellos años a realizar estudios de género,
eran miradas por algunos colegas con condescendencia displicente. Cuando no
tuvieron más remedio que aceptar la importancia creciente de estos estudios,
comenzaron a apuntarse a un feminismo, al que habían llegado con retraso, pero
que enseguida intentaron liderar como jefes de departamento, catedráticos o
titulares de sus asignaturas. Sin muchos
conocimientos. Algunos hicieron el ridículo. La huelga de hoy, imparable,
internacional, transversal, ha obligado a todo el mundo a pronunciarse. De
pronto todos somos nosotras. Desde
las religiones, hasta los partidos políticos. Por lo visto, la Virgen hubiera
estado de acuerdo con la huelga, según un obispo, mientras que otro afirma que
la ideología de género perjudica a las propias mujeres y es cosa del diablo.
Los políticos conservadores, preocupados porque están perdiendo a los
pensionistas, han intentado agarrarse al tranvía del feminismo para obtener
votos. Y los de izquierdas, creyéndolo suyo, intentan encabezar el movimiento
de apoyo a las huelguistas. Quizá no sepan, unos y otros, que la política está
tan desprestigiada que “sus declaraciones de amor” las perjudican más que las ayudan. Las
mujeres aparecieron masivamente en la vida pública de la mano de las dos
guerras mundiales que dejaron sin obreros las fábricas y sin funcionarios las
oficinas. Antes de las dos guerras, mujeres fuertes, inteligentes y tesoneras,
habían luchado para disponer de algo más de 5 minutos en un mundo de hombres.
Sus aportaciones y logros ayudaron a la progresiva instalación femenina en lo
público. Se ha avanzado mucho, pero no hasta el punto de que, todavía, todos seamos nosotras.
“Las viejas ofensas no se borran con beneficios nuevos, tanto menos cuanto el beneficio es inferior a la injuria” (Nicolás Maquiavelo)
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