miércoles, 24 de marzo de 2010

Del pudor, la cortesía y otros airbags

¿Hacia dónde?
La confesión, como la hemos conocido hasta ahora, tiene poco futuro. De ahí que las Iglesias que tienen esta práctica en su menú siembren todos los caminos de pecados, a modo de minas éticas antipersona, para que a los fieles, antes o después, les explote alguna, los deje lisiados moralmente y no tengan más remedio que pasar por el confesionario. Y su obsolescencia no se debe al 'laicismo imperante', sino a la existencia de sistemas más eficaces y menos hoscos de obtener consuelo. El botellón alivia pero, al usar el alcohol como airbag para amortiguar los roces que se producen en los contactos personales, no está exento de peligros. En cambio, lo peor que te puede pasar en las redes sociales cuando confiesas tus faltas es que nadie comente, comprenda, condene o absuelva tu error. Sin comentarios no hay salvación. Para obtenerlos instantáneamente, según se explicaba ayer en una cadena de TV, se van acumulando amigos en tu facebook o en tu tuenti o en el twiter. Hasta 500, confesaba tener uno de los entrevistados, aunque luego sólo te comuniques con unos 20. De esos 20, casi siempre hay alguien de guardia. En las redes, el pudor no existe. El pudor era, o es, una herramienta eficaz de las culturas de la escasez que obliga al individuo a comerse sus propios marrones. Uno de los imprescindibles airbags que contribuían a que no nos echáramos, físicamente, los unos encima de los otros. Y también las fórmulas de cortesía. Y el secreto. Pero se han abierto las compuertas. Y hemos pasado de la Bernarda Alba que gritaba a las mujeres de su casa, "silencio, silencio, silencio", de puertas afuera, al aluvión de sentimientos, quejas, escoceduras y compresas que vuelan sobre nuestras cabezas. Las redes están haciendo posible el hacinamiento virtual de millones de seres que, como los lemmings (aunque la tendencia al suicidio colectivo de estos animalitos no sea aceptada hoy por muchos etólogos), eliminadas las barreras personales, comiencen a desplazarse en masa, asustados, erráticos.
En el trayecto pueden encontrase a un líder, a un conductor, que les marque un camino, no virtual, poco seguro. En este movimiento constante e incierto los confesionarios son muebles muy pesados de transportar. Y por eso han sido abandonados. Aunque ya te puedes confesar online, el sistema choca por ahora con la incomprensión de la jerarquía.

3 comentarios:

  1. El airbag de las comunicaciones por redes es obvio, la distancia física. Cuando la gente se reune en un cuerpo a cuerpo insoslayable, como en los botellones, el alcohol, hace de airbag.

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  2. En la época en la que la religión católica era un "valor en alza", el pudor se perdía en el confesionario, pero en este caso, el mancillamiento del recato se justificaba porque era un requisite sine qua non para tener una "sillica garantizada" a la derecha de Dios padre.

    En la actualidad, uno de los usos de las redes sociales, es el de propalar a los cuatros vientos, las miserias de la vida cotidiana o espiritual.....con un propósito muy variado, aunque yo me malicio, que las más de las veces hay algo en ello un interés narcisista y ególatra.

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  3. Adriana, el secreto tiene que ser algo bueno, los bancos, tan pudorosos ellos, siguen trabajando con él y brindándoselo a sus clientes VIP. A lo peor nos hemos precipitado al prescindir de él. Ahora, la gente de a pie, somos trasparentes para los bancos, para Hacienda, para nuestros médicos, para el Ayuntamiento, para el Estado...¿Nos corresponden ellos con la misma transparencian?

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