sábado, 6 de marzo de 2010

Maneras de leer

Lectora de Eybl, por Alba Alcázar Gallego

Los ancianos tienden a pensar que en su juventud las cosas iban mejor que ahora o, bien, que iban de pena.Cuando del tiempo pasado lo único que podemos decir con certeza es que fue anterior. También en la lectura de libros.  ¿Se leía más antes que ahora?, ¿se leía mejor? No quiero situarme en ninguno de los dos extremos, sólo contaré que mi relación con los libros, junto a momentos placenteros, también pasó por dificultades. En el colegio de frailes donde estudié interno en los 50, para leer un libro no autorizado, distraído para la ocasión de la celda de algún cura, había que tener una linterna y ganas. De noche, cuando los compañeros se dormían, encendías tu linterna y a leer debajo de la colcha. Si te pillaban, suspenso en conducta y degradación. Yo comencé de bibliotecario, oficié como sacristán unos meses y terminé, por culpa del “Don Camilo” de Giovanni Guareschi, limpiando los retretes, y “haciéndome préstamos” de la bien surtida biblioteca del convento gracias a una llave que la casualidad olvidó en el bolsillo de mi guardapolvos. Cuando, acababa mi tarea en los servicios, me encerraba en el escusado menos sofocante y sentado en una lata vacía de tomates en conserva de cinco kilos, leía. Así tuve un conocimiento suficiente de los clásicos, de los 11 a los 14 años. Como no quiero problemas con la SGAE ni con la Orden de Predicadores, diré que devolví todos los volúmenes. Mi relación con los libros no está libre de esa ambigüedad inaugural, entre la adoración y la escatología. No leo con unción, ni siento "en mi interior" movimientos prodigiosos de la conciencia o del sentimiento. Me dan envidia los que entran en trance cuando leen un poema, me resulta tan doloroso como a Dorothea, el personaje de Middlemarch de G. Eliot, que me digan que algo es hermosísimo y que yo no lo pueda sentir así. Es como ser ciego cuando la gente te habla del cielo.

15 comentarios:

  1. Después de ver anoche la película "Conociendo a Jane Austen" valoro más la dimensión social de la lectura. Se cuenta arriba cómo leían los niños de los 50 en soledad, y lo hacían, posiblemente, más por huir de la suciedad ambiente, moral y física, que por el placer 'místico' de leer.Pero Sin poder comentar con nadie lo que leían.En "Conociendo a J. Austen", se aprecia el placer extraordinario que se experimenta cuando se comparte la lectura con los demás.

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  2. Sólo recuerdo haber entrado en trance, en un trance cuasi amatorio, cuando descubrí: "Rojo y Negro ", estaba fascinada con dos de sus personajes centrales: Julian Sorel y Matilde de la Mole. Recuerdo perfectisimamente cuando fue: el verano de 1994. Como era tal mi fervor y mis niveles de pesadez que le transmití ese sentimiento a mi amiga Carmela

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  3. Adriana, ¿Nos emocionan profundamente los libros?, claro, pero no todos los libros, supongo que la chispa salta cuando lo que nos cuenta un libro determinado sintoniza con nuestras preocupaciones del momento, con nuestras emociones, con nuestras experiencias. Y luego está el placer del especialista que relaciona lo que está leyendo con otros libros, con otros "lenguajes", con otros códigos. A él el gusto por la lectura le viene de saberse dueño del canon literario. De sus resortes.

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  4. Montaigne no aprobaría el jugosísimo pack de comentarios diseminados por los blogs. Fijaros con lo que se descuelga en su ensayo "De la experiencia": "Da más quehacer interpretar las interpretaciones que dilucidar las cosas; y más libros se compusieron sobre los libros que sobre ningún otro asunto: no hacemos más que comentarnos unos a otros". ¡Mierda para Montaigne!

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  5. Ese momento mágico de conexión wifi entre lector-libro es a la vez maravilloso y trágico porque sabes que tendrá un final, aunque al igual que ocurre con el amor en su estadio 1 (pasión exacerbada), el saberlo perecedero, convierte el momento en "Único".
    A propósito de "leer mejor". Qué es "leer mejor"?. Se me ocurre algún título de Boris Izaguirre que hay tirado por la casa de mi adorada madre que a buen seguro habrá provocado más de una risa y tal vez, alguna emoción del tipo que sea. Comparo ese libro con "El Quijote" (anatema) y me doy cuenta de que son incomparables pero que provocan en las criaturas que los leen, sentimientos parecidos. Tal vez los prójimos que los disfrutan también sean incomparables (anatema bis).

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  6. Pepe Alcázar, los libros gordos están disparando el negocio de los Todo a Cien y el de los vendedores de lectores de ebooks. El libro que estoy leyendo ahora, confeccionado con papel, pesa un kilo y cuarto, me he tenido que comprar una mesita de 4,5 euros, muy cimbreante, en un T. a 100, para poder leerlo. Sé que hay gente que se lo ha bajado de la red, y lo está leyendo en un lector de ebooks que pesa 200 gramos. Para prolongar ese momento de pasión exacerbada con el libro, para que las caricias lectoras duren más tiempo, nada como los libros de peso, pero si eres de deglución precoz de libros, o te fallan las fuerzas, nada mejor que el ligero lector electrónico.

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  7. Se conocen varios casos de tendinitis en el dedo gordo de la mano derecha, tras terminar la pesada(de mucho peso) trilogía Millenium, de Larsson. Pero hay libros que, aunque físicamente pesen como un ladrillo, nos dejan una sensación de liviana satisfacción. Estoy leyendo un librito liviano en el peso y liviano en el contenido, pero amable, que recomiendo. Es del escritor canadiense Pierre Szalowski, y el título es precioso (o absurdo): "El frío modifica la trayectoria de los peces"

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  8. Bueno, bueno, qué agradable intercambio veo por aquí. En serio, que entrada más bonica y qué comentarios tan pertinentes y emotivos, me acaban de alegrar una tarde de domingo, por lo general tan deprimentes que suelo verme obligado a combatirlas con homeopatia rastafari (el Prozac me parece peligroso, a más de capitalista y opresor). En fin, en cuanto al asunto en cuestión, lo de la lectura obrante sobre latas de tomate, la verdad es que yo también añoro, desde otra experiencia, claro, la aventura del leer...en la siesta para no molestar a los mayores, en el váter hasta la desesperación del resto de la familia, en el metro -sin poder leer más de dos líneas seguidas por culpa de las sinuosidades que allí suelen darse cita a cualquier hora del dia o de la noche-. En fin, que el único reproche, que no sólo no me molesta y que hasta me gusta, de los que ya comienza a hacerme mi hijo es cuando habla con sus amigos y se descojona señalándome y diciendo "es que mi padre no sabe jugar a los playmobil ni a ná porque de chico sólo leía. Mis titos si que saben, ya vereis.". Besos, Salud, República y buena semana tengamos todos.

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  9. Yo tuve un profesor de literatura manta -como para aborrecer la lectura-, pero tenía un padre lector, muy lector. En Preuniversitario la Lit. era un tema monográfico cada año: tuve la suerte de que me tocara "El Quijote", entonces mi papa me aconsejó que pasara del profesor y releyó la novela -para que pudiéramos comentarla- a la vez que yo descubría algo deslumbrante e inesperado, y no era un rollo, sino divertidísima. Y también me tocó en suerte guardar cama (sitio ideal para leer) por una nefritis -molestias, fiebre...-durante más de un mes; cada vez que mi madre entraba a ver qué tal seguía, me encontraba sonriendo o riendo a carcajadas y ella dudaba mucho si no me había tomado unas autovacaciones.
    Y no podré olvidar nunca -a pesar de no haberlos visto en muchíiisimos años- a mis amables compañeros que todas las tardes me traían los apuntes y así no perdí el curso.
    Os recomiendo la novela, hay ediciones en dos tomos, para no coger una tendinitis.

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  10. Hermoso el título del libro que estás leyendo, Iria,"El frío modifica la trayectoria de los peces", a lo mejor encuentras la forma de que en su discurrir esos peces recalen en mi escritorio. Es un título atrevido, es muy difícil que la novela esté a su altura. Corleone, a mi hija le preguntaba de pequeña, después de hacer algo importante por ella, como darle un yogur: "Hija, ¿para que sirve un padre?", "para nada", me contestaba la puñetera niña. Luego cambian, o florecen en ellos las aficiones que vieron practicar durante años a sus padres. Ahora lee casi igual que yo. Y no más porque dispone de menos tiempo. No sé si leer le servirá de algo ahora, más tarde, junto con el valium, y las emisoras de radio nocturnas, le ayudará a sobrellevar las ofensas de la edad. Cuando apareces por aquí, Corleone, aunque no hayas aprendido a jugar a los playmobil, me das una alegría.

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  11. María, a mi me tocó el Preu de Góngora, y no he podido borrar de mi memoria envidiosa el verso en el que el cordobés llama a Acis, el chico de Galatea, "venablo de Cupido". Al final, retozan en la hierba, sin la ordinariez del edredoning, transformada para la ocasión en cama de campo y campo de batalla.

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  12. Papa, papa, me escuecen los ojos. No te preocupes,niño, eso es que vas a romper a leer.

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  13. Bueno, ¿qué más añadir ante este cruce de genialidades?
    Sólo puedo quitarme el sombrero y... volver a mis libros (en plural, porque es vicio mío eso de tener siempre varios entre manos ¡nadie es perfecto!).

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  14. Manzanares, el libro gordo que estoy leyendo, Middlemarch, es de una autora inglesa que seguramente conoces, que escribía con el seudónimo de George Eliot. Es un prodigio, me entretiene y me está enseñando mucho. Tengo el mismo vicio que tú: tener varios libros empezados. Me recomendaron hace poco una novela extraña, "El tutú", de una tal Princesa Safo y también estoy con ella, aunque menos, porque Eliot me ha seducido.

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  15. Yo combino "El frío modifica la trayectoria de los peces" con "Indignación" de Philip Roth y "Eclipse" (el tercero de la saga "Crepúsculo" de vampirillos adolescentes americanos). Lo sé, es como los que se toman el gazpacho de postre, pero lo bueno de leer es que es el espacio donde uno se siente realmente libre para elegir.
    Hay hijas que, con los años, se van dando cuenta de para lo que sirve un padre. Y le van dando diversos usos (al padre) desde los arreglos informáticos por teléfono, hasta las tertulias espontáneas delante de un buen tomate picao de la vega...El valium es mejor guardarlo para ofensas graves, el lormetazepan para tener dulces sueños, el prozac para la marcha diaria, pero con un buen libro en la mano (de peso y medidas adecuados) se arreglan todos los desarreglos psíquicos habidos y por haber. A mí desde luego, me pican los ojos.
    Y Corleone, lo de la depresión del domingo, depende de la perspectiva con la que uno se enfrente a él, ya lo dijo un sabio italiano: "Che bella la prospettiva!"

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