sábado, 13 de marzo de 2010

Mantas o valium


A las monjas las veo tan adaptadas al territorio como a los antiguos poetas revolucionarios. Igual que aquellos, siguen subidas al púlpito de las grandes palabras, al del lenguaje de gama más alta. Practicando las ocupaciones que les han ayudado a sobrevivir durante siglos: el cepo, el ungüento y la amenaza. Como si nada hubiera cambiado. Una mercedaria de la caridad te vende en el quiosco de prensa una papeleta para una rifa. Están recabando dinero para algo que se esconde mágicamente bajo las siglas JMJ2011, y que tiene que ver con el encuentro de los jóvenes mercedarios con el Papa. Le compras una, por un euro, para quitártela de encima y porque no estás en contra de que los jóvenes se reúnan para sus cosas, sea cual sea el pretexto. También le has dado esta mañana dos 2,20 euros a un joven vestido con los tonos gris plata de los ejecutivos de la nada y que llevaba en la mano un portátil o su funda rellena de periódicos. Te los pidió para sacar un billete de autobús y se lo das porque el muchacho, sin aspecto de pordiosero, te ha cogido en ese momento de reflexión blanda en el que hasta el individualista más montaraz suelta unos euros para sentirse dentro del campo de juego. Te insta la mercedaria a que compres más papeletas y tú le dices que para lo poco que pecas ya, un euro es suficiente. Huele guasa la buena madre y te golpea en las narices -antes de hablarte de que hasta el más justo incurre a diario en no sé cuántos pecados a los ojos de Dios-, con aquello de que” con la iglesia hemos topado, Sancho”, que es la versión católica del laico “usted no sabe con quién está  hablando”. Consigues desviar la conversación hacia la vida en comunidad, y te confiesa que hay hermanas un poco coñazo y que cuando se ponen muy pesadas les recomienda que se tomen un valium y que recen un avemaría. Le compras tres papeletas más por la acertada identificación de los efectos del valium con los de la religión y te despides rápido porque llegas tarde a la presentación de un libro de poemas de un escritor de las antiguas –o extintas- izquierdas. No se resigna el hombre a pasarse al lado gris de la vida, sin héroes ni recetas. Habla de ética y de valor salvífico de la palabra poética. Incluso dedica un poema solidario a las insurrecciones del norte de África, porque él, que es bueno, tiene siempre, me pareció entender, la manta de la revolución enrollada a los pies de su cama para cuando apriete el frío en el invierno propio. Me alegré de que hubiera sustituido el Kalashnikov de su juventud por una manta. Hasta el punto que compré su libro a la salida. Por si necesita dinero para llevarle a los rebeldes libios mantas o valium.

5 comentarios:

  1. No sé cómo has resumido en "mantas o valium" tantas y tantas contradiccioness contemporáneas, o al menos lo has hecho respecto de esas que no dan dinero, quiero decir grandes sumas (todos sabemos que los que las poseen utilizan tratamientos en caras clínicas coquetas en lugar de mantas o valium).
    Gracias y saludos.

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  2. Amigo trasindependiente, esto de hacer grandes resúmenes, sin mucha instrucción, debe de ser una de las cosas más petulantes que se conocen, pero me doy una vuelta por el quiosco de mi pueblo o voy a un acto cultural y me entra una diarrea mental tan grande que hasta me atrevo a relacionar cosas que pasan en uno y otro sitio. Como un día me coja alguien menos benévolo que tú, me va a destrozar. Ese es el riesgo. Un saludo agradecido, siempre.

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  3. Yo el libro me lo compré antes del acto sin caer en que la gente de izquierdas no debe vender bajo ningún concepto, pero es que padezco de consumismo cultural, abuso del cine, de los abonos de teatro, de los conciertos de pop rock, me compro libros y hasta cedés -y eso que estoy en el spotify de pago- pero es que por nada del mundo prescindiría yo de estos placeres terrenales. Estaré yo también contribuyendo con ello a la extinción de las izquierdas e incurriendo en imperdonables contradicciones ¿Qué me recomienda usted, admirado Don Pablo?

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  4. Encarna, tu pregunta me sitúa donde siempre he querido estar, en el lugar de doña Elena Francis para contestar desde este blog a las preguntas de mis lectores (más bien de mis lectoras, porque lectores me consta que tengo menos). Pues bien, amiga mía, sigue comprando productos culturales y apuntada al Spotify. Yo, desde ayer, estoy abonado al Spotify Premium y ¡dónde va a parar! Ahora oígo a José Luis y su gitarra sin interrupciones y sin bocinazos publicitarios. Un beso.

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  5. Sin olvidar que puedes escuchar música desde tu Iphone ...
    Muchas gracias por su tranquilizadora respuesta. Abrazos, amigo.

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