domingo, 25 de abril de 2010

Velos públicos, tutús sagrados

Mujeres iraníes
A clase no se debe de ir desnudo, lo impiden Auschwitz y la higiene, tampoco se debe de ir enfundado en un burka , que ampara el delito e impide identificar al delincuente. Desde los tiempos de Carlos III y de su ministro Esquilache, en España ha estado mal visto acudir a los espacios públicos embozado y con sombrero de ala ancha.  Todo lo demás, si hablamos del vestido, es discutible, hasta los tutús de estos danzantes:
Fiestas de San Antonio, en Herrín de Campos (Valladolid)

 Saray acude a clase, y su madre lo ve bien, con un pantalón blanco muy estrecho y con un tanga verde fosforito debajo. El profesor la saca a la pizarra para que analice la frase del día. Saray corretea  por  entre las partes de la oración con agilidad y cadencia. El profesor le llama la atención: “Saray, le he pedido que me analice la frase, no que me la baile”.  Saray valsea con el núcleo del sintagma nominal y se abandona en los brazos del complemento directo, ya en la loseta del sintagma verbal. Termina y se sienta.  Todavía no ha acabado de analizar Garnica su frase del día, cuando Saray da un grito: “profe, los niños de atrás me están tirando besos”.  Le pide los nombres de los compañeros que le tiran besos. Los castiga. Después llama a la madre de Saray y le ruega que la niña venga vestida a clase sin estridencias y que sea más lineal en sus desplazamientos en el encerado. La madre, que no tiene más de 28 años, le espeta: “maestro, esto es un centro público y mi niña tiene derecho a venir a clase vestida como a mí me salga del […]”. Natalia es una alumna musulmana, bondadosa y tranquila.  Ha escrito en la pizarra su frase del día: “Las mujeres musulmanas deben de ponerse en la mezquita detrás de los hombres para que al inclinarse en la oración, no distraigan a los varones en sus rezos“.  Viene vestida con sencillez extrema, un pantalón vaquero una camisa blanca y el velo.  El tutor de la chica llama a su madre y le pide que la niña venga a clase como las demás alumnas, sin velo. La madre le espeta al tutor: “Esto es un centro público y mi niña viene a clase como a mí me da la gana”.  El tutor piensa que las madres –y detrás de ellas, los padres, los hermanos, las abuelas, los abuelos- como suele suceder, utilizan a los hijos para resarcirse de sus “deudas históricas”. Parece inevitable.

3 comentarios:

  1. Durante los últimos días no sabía qué pensar del tema de Natalia y el velo. "Que cada uno vaya como quiera", pensaba yo. Pero inmediatamente pensaba "pero es que lo del velo tiene un fondo de represión, etc.". Con tu entrada me he 'posicionado' (como gusta decir hoy día) en un lugar que me es más cómodo, y he visto el problema desde una perspectiva nueva. ¡Gracias!

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  2. Pablo, servidora se encuentra en la mismitica tesitura que plantea vuesa merced en este post al respecto de todo el revuelo que se levanta últimamente entre los medios de comunicación y nuestros más insignes munícipes con el tema del hiyab. 'Gualico que el tutor de Saray, Guanica y Natalia, vaya. Sinceramente, cada vez dudo más que el calzarse unos tacones de aguja de esos de los de jugarse el esguince a cada paso o abotonarse esa blusa apretá y calcaíta a la de la buenorra de moda sean menesteres más liberadores o menos represivos que vestir (o lucir, como les gusta decir a algunas amigas musulmanas mías que igual lo llevan como no lo llevan, según les pille el día o el ánimo) velo. Que me da a mí que lo que hay es, aparte de incompentencia política e irresponsabilidad mediática, mucha islamofobia (velada). Deliciosas, como siempre, Pablo, tus líneas. Un gusto. Brazos, L.

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  3. Luisa, el tema que planteas en tu comentario es de tanta entidad que no he tenido más remedio que dedicarle una entrada. En ella encontrarás mi respuesta.

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