sábado, 21 de agosto de 2010

Internet, la cuarta herida narcisista

Enredada. 
La Hiladora, foto de Eugene Smith(1954)

A los enredados , a los que disfrutan de las redes sociales -y quedan fuera de este privilegio más mujeres que hombres y muchísimos más pobres que ricos-, Internet les puede hacer creer que son omniscientes como el mismísimo Dios.  Esta prerrogativa,  junto con la de arreglárselas bien solo, que también se le atribuye a Dios, y el privilegio de poder comer todos los días, o el de no necesitar comida para ir tirando,  es de las más envidiadas por aquí abajo, casi tanto como la inmortalidad que se le supone al Altísimo,  característica ésta última que desde luego ofrece a largo plazo, si nos paramos a pensar, más inconvenientes que ventajas.  Porque Internet es, entre otras muchas cosas, una base inabarcable de datos y la vida humana es tan corta que ni aun conectándonos a la red nada más desconectarnos del cordón umbilical,  tendríamos tiempo para abarcar una mínima parte de su sofocante riqueza. Tocar la omnisciencia y topar con nuestros límites, esta es la última herida  narcisista que ha dañado al animal humano, no menos dolorosa que la que le infligió la Ciencia cuando descubrió que las especies antecesoras de gibones, gorilas, orangutanes y chimpancés estuvieron conectadas familiarmente con la especie de la que procede el homo sapiens. En algunas escuelas de Estados Unidos todavía no se han repuesto y siguen recurriendo a la alfarería para explicar el misterio de la vida humana.

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