En el programa “A vivir que son dos días” de la cadena SER, políticos de varios partidos se duelen esta mañana de sábado, 14 de agosto de 2010, de que los ciudadanos “comiencen a sentir una cierta desafección por la política”. Es decir, están preocupados, como todo el mundo, por su comer, porque los ciudadanos terminen considerándolos inútiles y decidan enviarlos al paro. Se esfuerzan en explicar las causas y apuntan, sin mucha fe, algunas soluciones. Pero en las reuniones ordinarias del Congreso de los diputados no parecen tan preocupados. Incluso, se podría decir que son muy felices. Se ríen mucho, cuando no se les cae la baba directamente, cuando habla su líder carismático. Esta risa es tan difícil de explicar, si no más, que “el risus paschalis” tardomedieval. Según la teóloga italiana María Cristina Jacobelli, el risus paschalis consistía “en que en la mañana de Pascua, durante la misa de Resurrección, el predicador provocaba la risa de los fieles. Pero esta risa se obtenía con cualquier medio, sobre todo con gestos y con palabras en los que predominaba el componente obsceno”. Había predicadores que empujaban a los oyentes a reír desenfrenadamente, mientras anunciaban la Resurrección de Cristo, con palabras obscenas o imitando a uno que se masturba o simulando el coito, “cosa que”, se lee en el documento del siglo XVI que contiene esta información, “los cónyuges suelen ocultar en sus dormitorios y que conviene hacer sin testigos”. Las razones que Jacobelli da para explicar el fenómeno son muy interesantes. Y, aunque no se esté de acuerdo con ellas, habrá que admitir que los fieles tenían una razón de peso para estar contentos el domingo de Pascua y para aceptar de buen grado las chanzas e incitaciones de algunos clérigos desde el púlpito, porque Cristo había resucitado y los había rescatado de la muerte eterna, pero los diputados que se carcajean en el Congreso, mientras aumenta el paro, la economía crece miserablemente y la corrupción ensucia la vida pública, ¿de qué se ríen? Desde luego, los ciudadanos no entienden esa risa obscena, es más, comienza a resultarles insultante porque se malician que los políticos se están riendo de los que los votan.
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