Las llamas del infierno
Los teólogos se han portado con Dios como esas madres mandonas y absorbentes que te lo quieren organizar todo y en cada época le han puesto la casa a Dios, y, cómo no, al diablo, siguiendo las modas y costumbres del siglo. Ahora meterían mucho Ikea en todas las estancias del cielo y mucha casquería ”chinois”. El infierno de las llamas, tan impresionantes como las de la foto, fue un invento de machos que acababan de descubrir el fuego y no sabían poner todavía la cacerola. Se limitaban a las barbacoas. Cuando "la agricultura perfumó el reino de las cocinas", como cantó Neruda, el cielo se lleno de olores y el infierno, y así lo contó Dante muchos siglos después, cambió fuego por hielo. El invento del martirio del hielo más sutil y refinado, pero no menos desagradable, se atribuye a las mujeres que sufrían mucho cuando se les quedaban fríos el puchero y los pies al apagárseles la lumbre del hogar. El lector paciente habrá advertido, a estas alturas, que para hacer teología y ensartar disparates, lo único que hay que tener hoy en día es un blog que te acoja y unos amigos que te soporten. Porque uno con estas teorías se termina convirtiendo en el infierno de los otros. De los que inexplicablemente te siguen leyendo.
Ahora que el diablo, como ETA, aparece derrotado y que algunos lugares de ultratumba, clausurados, nos dan a los pecadores una tregua indefinida resulta muy fácil reírse de uno y de otra. Cobardía, es la palabra que define esa actitud.
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