Nada más que compasión merece Sánchez Dragó. En su último libro “Dios los cría…y ellos hablan de sexo y drogas”, cuenta que se acostó con dos “lolitas” de 13 años que le asaltaron en el metro de Tokio, en el año 1967. Este desliz, me ha parecido un pecado de los que puedo perdonar, si se arrepiente y muestra propósito de enmendarse. Y si, pese a su edad, sigue en estos lances, peor para él. No le diré más que Chamfort en uno de sus apotegmas: “Perdónalos porque no saben lo que hacen, fue el fragmento que eligió el predicador en la boda D’aubigné, de setenta años de edad, con una joven de diecisiete”. Sorprende, sin embargo, que un hombre tan culto y tan leído como Dragó, no haya caído en que su fantasía no es muy diferente de la que nos contaron muchas veces los emigrantes que volvían de Francia en los 60. Unos traían coche para asombrar a la parroquia y los que no podían, traían fantásticas aventuras eróticas. Niños de pueblo, como éramos los oyentes asombrados de estos relatos, nos tranquilizaba saber que se podía seguir teniendo orgasmos (“gusto”, le llamábamos entonces) sin miedo, porque la sensación de gozo y muerte inminente que nos había dejado el primero había llevado a muchos de nosotros a no buscar el segundo. Que Dragó quiera seguir disfrutando del delicioso fruto del escándalo (hoy imposible), produce ternura. Lo peor que podemos hacerle es no escandalizarnos a la antigua usanza. Aunque no lo estemos, finjámoslo que en cosas de amor tanto vale lo verdadero como lo fingido, si no más.
Yo no puedo considerar culto a esta persona que, por muchos libros que haya leido, solo me produce nauseas, el sujeto no solo no se arrepiente de haberse follado a dos niñas de unos 13 años, sino que se regodea de ello, y que no me diga que en otras culturas eso esta bien visto, porque tambien hay culturas que lapidan a las adulteras y quitan el clitoris de las niñas y son igual de detestables, este sujeto es un impresentable y un asqueroso, y que le den un programa en una television publica es vergonzoso, en fin, me tengo que ir a comer si no seguia...
ResponderEliminarQuerido ander, vivimos tiempos muy entretenidos, en lo que lo más desagradable aflora sin dificultad a la superficie. Esto tiene un aspecto positivo, que todos estos odres de porquería inflados y arrogantes, explotan sin vergüenza delante del público dejando en evidencia su estúpida obscenidad y uno negativo, que nos salpican y nos contaminan. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarLa pregunta tenía que llegar. Algo así como "¿Qué le parece que Sánchez Dragó siga presentando un programa en la televisión pública después de haber reconocido que se acostó con dos menores?" Y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha respondido hablando de literatura: "La historia de la literatura está plagada de relatos de actos absolutamente reprobables. García Márquez, Henry Miller, Gil de Biedma... ¿Qué pasa, que hay que quemar los libros en la hoguera? ¿Hay que quemar a los autores?"
ResponderEliminarNo hay que quemar nada ni a nadie, pero sí, mirarlos mal. Como si no se estuviera de acuerdo con ellos. ¿Vana Esperanza?
ResponderEliminarDe nuevo recurro a la frase de mi abuela Maria: " déjalo , si es su comer". En este caso, es una boutade de un enfant terrible ya muy entrañado en años. Tienes razón, provoca un dulce patetismo el contemplarlo desde la torre de marfil
ResponderEliminarAdriana, como lo semejante se cura con lo semejante, según la homeopatía, me estoy reponiendo del susto que me ha dado Sánchez Dragó volviendo a leer El Tutú de la Princesa Safo. Redacto una lista de actitudes y comportamientos que escandalizaban a la burguesía francesa de finales del XIX. Lo de ponerse un tutú y aparecer con él en una soirée ya no escandaliza a nadie desde el vídeo de Pedro J. Ramírez y la cálida Exuberancia Rapú. Pero busco otras que sí golperon la doble moral de aquellas gentes. A ver si supero las bêtises de Dragó. En cuanto tenga redactada la lista, me marco un post.
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