lunes, 18 de octubre de 2010

Pánfilo, la santa, Paco Rabanne y un chamán de Perú

La chaqueta de Rabanne
Pánfilo sigue buscando desesperadamente la manera de vivir más años de lo que le corresponde. En los 80, creyó haber dado con el secreto de la inmortalidad, cuando descubrió en su libro de vidas de santos de cabecera que el Señor había prometido a Santa Margarita María Alacoque que el que confesara y comulgara los nueve primeros viernes de cada mes, durante nueve meses seguidos, no moriría en pecado mortal. Hizo los primeros viernes e inmediatamente pecó mortalmente y sin propósito alguno de la enmienda tuvo los pensamientos más impuros que imaginarse pueda. Pero se murió el papa reinante y el sucesor proclamó una amnistía y Pánfilo ya no tuvo fuerzas, no para hacer de nuevo los primeros viernes, sino para volver a tener pensamientos impuros. En un programa de Punset una bióloga norteamericana muy preparada contó que con los años baja mucho la testosterona y van quedando menos ganas de pensar en esas cosas. Tras el fracaso, intentó hacer un pacto con el diablo, pero Mefistófeles le rechazó por considerar de poco interés estratégico hacerse con su alma.  Creyó haber encontrado una solución menos ambiciosa, pero suficiente, para asegurarse la supervivencia en los próximos 30 años, cuando, tras perder su chaqueta cuello Mao en un restaurante de Málaga, se topó con una de camarero muy parecida en el escaparate de una tienda de ropa de trabajo. Entró y pidió que le confeccionaran una igual a la extraviada. Les enseñó fotos de la original que él había copiado de las chaquetas que solía lucir Paco Rabanne en las revistas de modas. Pero la casa fabricaba las prendas al por mayor, como mínimo seis, y Pánfilo sólo necesitaba una. Desde luego con el diseño no había problema, bastaba con cambiar el color blanco de la tela y los botones negros de las chaquetillas del escaparate. El sastre que le tomaba medidas insistió en que tenía que encargar por lo menos seis unidades. Pánfilo vio el cielo abierto. Ésta era su ocasión de vivir, sin miedo a la muerte, durante los próximos 30 años e inmediatamente encargó seis prendas iguales. Sólo pidió que la empresa le asegurara ante notario que cada una de las chaquetas  le iba a durar 5 años,  los mismos que la perdida, y que él iba a disponer de tiempo para romperlas todas. El sastre, por quitárselo de encima, consintió en hacerle sólo una en tergal color marengo y no se comprometió a nada. Le cobró 30 euros, 90 menos de lo que le costó la primitiva. Pánfilo, tras esta última tentativa, se ha entrevistado con un Chamán del Perú que le ha anunciado que vamos a entrar en una nueva época, la de Acuario, de la que se puede esperar cualquier cosa. Ha quedado a la expectativa.

5 comentarios:

  1. La historia de tus chaquetas se podría comparar con el argumento de la obra de Jardiel Poncela: "cuatro corazones con freno y marcha atrás", pero esta vez " a nivel " de prendas del buen vestir.
    ¡ Quién me iba a decir a mí que la fuente de la eterna juventud, estaba localizada en el ramo de la confección !

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  2. ...en el ramo de la confección y con cuello mao...

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  3. Adriana e Ire, un ensayo sobre el tejido y la confección en la historia de la Literatura, no vendría mal. Por ejemplo en Shakespeare: "Somos del mismo retal del que se tejen los sueños". A suivre...

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  4. Me transmuto en un Manolico Pasos lentos cualquiera y tras aparcar a la mula o la mula aparcarlo a mí, escribo :

    " pues si somos del mismo retal del que se tejen los sueños...con los de Zara, salen bolas ".

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  5. Querida Adriana, los personajes de nuestro Yoknapatawpha cenero (¡con la devoción que tenemos en este pueblo con Faulkner!) como Manolico Pasos Lentos, siempre pueden mejorar a Shahespeare. Incorporo inmediatamente su aportación: "Somos del mismo retal borroso(a la borra también le salen bolillas) EN EL QUE se tejen los sueños".

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