domingo, 17 de octubre de 2010

Yo, pese a todo, aún creo en el amor

Al mausoleo de Halicarnaso, ni caso
También le hace llo­rar a Pánfilo el «síndrome marmóreo» que viene aquejando al alcalde de su pueblo, hombre tan aficionado a las obras pú­blicas que ha mandado erigir en la rotonda que da acceso al municipio una enor­me escultura erizada de puntas amenazantes  dedicada a la “Concordia”.  El pueblo supo cuánto había dañado a su alcalde la muerte, hacía ya años, de su padre cuando comenzó a llenar las plazas y las avenidas y los jardines de columnas de mármol gris, de imitación. Un concejal de la oposición denunció en un pleno que el alcalde se estaba resarciendo de lo mal que el vecindario había tratado a su padre mientras que él estuvo trabajando en Alemania.  
Imposible "Concordia"
Debía de conocer a unos marmolistas poco misericordiosos con los estilos clásicos de escultura que le fabricaban un tipo de columna están­dar, igual por la basa que por el capitel, sin ensanchamientos a la mitad de la caña, ni nada. Los marmolistas del al­calde pasaban mucho de la Grecia clá­sica y de su discípula, Roma, y habían sometido los cánones a las mutaciones degradantes de los gustos kitsch del hipotecariado. Después metió el cartabón y la regla a todo lo que de vivo y popular había en el pueblo. No quedo ni una línea mal trazada. Como los niños que no saben dibujar y creen que mejorarán sus deprimentes esbozos de una plaza o de una iglesia retintando las aristas, cu­briendo con una línea recta muy gruesa las imperfecciones sinuosas del dibujo a mano alzada, el alcalde puso mármol sobre cualquier resto de la gracia o de la originalidad arquitectónicas tradicio­nales. Los ladrillos de los escalones, fueron sustituidos por planchas de már­mol gris; los bancos de obra, encorseta­dos por el mármol. El suelo de tierra, cubierto de mármol. El vacío que le dejó la muerte de su padre, lo llenó el alcal­de con edificios que ocuparon hasta el último metro cuadrado libre del suelo disponible en el municipio. No dejó espacio alguno para los fantasmas de su pasado a costa de convertir el pueblo en el panteón de su padre.
Cuando se le hace presente la enorme orfandad del alcalde, aunque Pánfilo haya llorado ya en la sobremesa, viendo el culebrón “Yo, pese a todo, aún creo en el amor”, este el hombre sensible vierte algunas lágri­mas más de pena y conmiseración

6 comentarios:

  1. Yo también creo en el amor, querido Pánfilo, pero a la manera francesa. Voy haciéndome a mi nueva patria, le he pedido monsieur le president, el húngaro, que me vaya haciendo sitio y, mientras tanto, me sumerjo en cultura tan revolucionaria como amable en el entendimiento entre adultos, como graciosamente nos ilustraba France Gall http://www.youtube.com/watch?v=0bbLU5RITEM

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  2. Qué gracioso el video de France Gall, aunque me gusta más cómo canta la canción el mismo Gainsbourg. En cuanto a la cultura revolucionaria de los vecinos, muerta de envidia estoy al ver cómo se movilizan ... Cuidado con el húngaro, Corleone.
    Perdona Pablo, mis comentarios no tienen que ver con tu artículo sino con tu comentarista ...

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  3. Este blog aspira a unir a hombres y mujeres de todo el mundo. Encarna, tú misma.

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  4. He visto el vídeo de la Gall y resulta increíble que los artistas no estuvieran en el ajo de lo que estaban montando. El ambiente de la canción es de hielo y sin alma, razón demás para que los bailarines y la misma cantante no pudieran pasar por alto que el vídeo escenifica una "yelatio", sin paliativos.

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  5. Vengo de ver la película sobre Gainsbourg. La estoy digiriendo. La recomiendo a aquellos que amen a Gainsbourg. A la Gall la pintan como una muñecona sosita y cursi a la que el genio, fumador de Gitanes, pervirtió creando para la ella esta canción de apariencia inocente sobre una niña a la que gusta chupar piruletas...(y lo que no son piruletas)

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  6. ¿Dónde vives, Iria afortunada ? Aquí los estrenos van con retraso y a veces ni llegan ...

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