miércoles, 13 de febrero de 2013

La Comunión de los Mato



En 1951, año en que hice la Comunión, según consta en la base de datos familiar, se podía viajar, al menos en las Escuelas del Ave María granadinas, sin necesidad de recibir dinero de ninguna trama corrupta. En la estampa conmemorativa que figura en mis archivos, junto al nombre de la parroquia –Nuestra Señora de Monserrat-,  la fecha, mi nombre y una imagen  de Jesús vestido de tiros largos acariciando a unos niños, con gesto muy cariñoso, tampoco aparece indicación alguna de que después del acto hubiera suelta de globos ni cañonazos de confeti. En mi escuela dirigida por Pedro Manjón, sobrino de don Andrés, podías muy bien ir de la Bola de Oro a Barcelona a pie, sin coger el Ave, atravesando el enorme mapa de España de obra que había en el patio, con sus ríos sus montañas y esas cosas que tienen los mapas físicos, nada de divisiones provinciales o por países o por autonomías o por cantones o por pueblos. Cenes no estaba ni tampoco La Lancha. Y menos el Área Metropolitana. Ni rotondas ni avenidas con montones de hierro de esos a los que se ha llamado después 'estatuas',pero que no son nada más que la vieja chatarra de los años del hambre apilada a las afueras de los pueblos para que no estorbe. A los niños, en los cincuenta, no se les prestaba una atención demasiado personalizada, se hacía lo posible para que la mayor parte de la camada –numerosa, por lo general- sobreviviera sana y suficientemente nutrida. Cuando había que hacer las faenas del hogar, directamente se les echaba a la calle, al cuidado del hermano mayor que los llevaba de acá para allá, de cerro en cerro, volando cometas o recitando a Shakespeare en el habla local. Pero dentro del magma familiar, donde el trato a los hijos era igualitario, el día de la Primera Comunión era el primer día–sin contar el del nacimiento- en el que se te permitía 'ser tú mismo', singularizarte algo. No me consta que el traje de marinero que me hizo una modista, en el Níspero, una finca que había en la Carretera de la Sierra, ni el suizo que me compró mi madre el día de la Comunión en una panadería que había junto al Puente Verde, perteneciente a la familia Velasco, ni la onza de chocolate que se trajo de casa envuelta en papel de estraza, para que me la comiera con el bollo, fueran pagados con dinero negro. Sépanlo los Mato. No vayamos a que ahora se nos quiera hacer comulgar con ruedas de molino. 

6 comentarios:

  1. Coco y Txemi, si habéis pasado un buen ratico, yo feliz y agradecido. Un beso.

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  2. Yo los mato. Mira que estropear toda una infantil inocencia, con su sabor a suizo y chocolate, con ruedas de molino...
    Gracias y saludos.

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  3. Que lo sepan y se vayan enterando, no todos somos iguales. Muy bueno Don Pablo.

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  4. Querido Pablo, me ha encantado. Un beso.

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